
» La Salsa es lo que corre por nuestras venas»
Cheo Feliciano
La definición que este gran intérprete de Música Caribeña me dio en mi último viaje a Nueva York es la mejor que jamás escuché sobre los viejos ritmos hispanos-afro-caribeños que en la actualidad están entrando tímidamente en los ranking de ventas de discos en Europa.
La Salsa es un producto del mestizaje cultural que se da en el Caribe. Nace en los barrios de inmigrantes caribeños de Nueva York en los años 70. Sus bases rítmicas se pierden en la noche de los tiempos y van conformándose a lo largo de una apasionante historia que esbozo en esta Guía.
La Música Caribeña, al igual que muchas músicas populares de distintas zonas del mundo, está aflorando al mercado europeo en sellos discográficos innovadores. En la actualidad, se produce en Europa música popular o etnográfica de zonas tan dispares como Sudáfrica, Marruecos, India, Argelia, Brasil, Cuba, etc. Músicos jóvenes, apoyados por pequeñas discográficas, están revitalizando la música popular con producciones de mucha calidad que compiten de igual a igual con las multinacionales del «Rock-Pop-Disco». El mestizaje y la nueva música de fusión están ganando, poco a poco, un importante lugar en los gustos de los musicólogos europeos.
Los más de 5.000 millones de habitantes del planeta comparten, en la actualidad, culturas heredadas de los trasiegos de población realizados a lo largo de la historia. Grandes migraciones, guerras, conquistas, tráfico de esclavos, exilios, etc; han sido los causantes de la fusión de culturas populares que ahora se nos presentan, más o menos definidas, en los más de 160 países de la tierra.
Estos movimientos migratorios provocaron la mezcla y fusión de culturas primitivas que originaron identidades culturales nuevas, síntesis de las esencias de cada cultura originaria. Este sincretismo cultural se realiza con una increíble velocidad histórica y provoca que en tres o cuatro generaciones la cultura popular se enriquezca, inadvertidamente para los contemporáneos, con influencias de muy distintos signos.
Unas muestras claras y cercanas se dan en la Música Popular española que integra, como propia, la Triki Trixa con su característico sonido de acordeón llegada, desde el Piamonte italiano el siglo XIX , el rabel llegado a Cantabria desde Oriente por el Norte de África y atravesó la Península con los pastores trashumantes extremeños o la misma guitarra española que bebe de fuentes musicales árabes con origen en Oriente.
Nos ocuparemos en esta Guía de analizar el proceso de fusión euro-africana que tiene lugar en el Caribe, y más concretamente el proceso de fusión hispano-africana que tiene lugar en las zonas caribeñas de habla hispana.
Las influencias hispanas y africanas están bien definidas geográficamente. La música más directamente determinada por los antecedentes hispanos es la música del campesino que llega al Caribe con la aspiración de ser propietario de sus tierras. Llevan con ellos el viejo romancero. La influencia africana definir la música urbana. Tras varios siglos de gestación en los negros barracones de esclavos, saldrá a la luz a través de la pujanza de los tambores africanos en las fiestas populares.
En esta breve Guía básica intento ofrecer una cronología histórica del desarrollo de la música popular que florece en Cuba y su zona de influencia, fruto de la fusión cultural hispano africana.
Esta música se engloba, genéricamente, en la Música Tropical según la clasificación que realiza la revista musical americana Billboard y acoge una gran variedad de ritmos. Existe un galardón anual, premio GRAMI, para el mejor disco publicado de Música Tropical. En 1992 este premio ha sido para Juan Luis Guerra por su álbum «Bachata rosa». Nosotros la definiremos como Música Caribeña, centrándonos sólo en la que se hace a las orillas de este mar y más específicamente en las zonas de influencia española. Dejaremos a un lado el resto de ritmos tropicales de Brasil, Jamaica, Trinidad, Martinica, etc como la Samba, el Calipso, la Soca o el Reggae.
En la actualidad los ritmos caribeños más populares en España son el Merengue, la Cumbia, el Bolero y la Rumba, esta última en su versión flamenca. La Salsa sigue siendo una música minoritaria pese a la importante implantación que en estos momentos está teniendo. Esta realidad es palpable en las escasas ventas de discos que los mejores intérpretes salseros tienen aún en España.
En los años 60 la Música Caribeña, presente en España, sufrió la expulsión de los medios de comunicación por la invasión del rock y la cultura anglosajona, apoyada por las multinacionales del disco. Así el Bolero, el Son, la Cumbia, el Mambo y el Cha-Cha-Cha, desaparecieron del panorama musical español por la fuerza del todopoderoso dólar americano, que impuso el rock, la música disco y sus variantes pop en todas las programaciones de radio y televisión.
La Rumba se salvó al haberse adaptado a formas gitanas, andaluzas y catalanas. Afortunadamente, en estos momentos las producciones discográficas de Música Caribeña han alcanzado una calidad similar a las realizadas en el rock, pop y música disco.
La década de los 90 ser , sin lugar a dudas, el tiempo de la Música Caribeña en Europa. Una música nacida básicamente para bailar que ha alcanzado de nuevo popularidad en todo el mundo al final de los 80.
Después de un primer intento de la industria discográfica hispana en Nueva York, a mediados de los 70, hasta ahora no se había conseguido traspasar masivamente las fronteras europeas, africanas y asiáticas.
1991 supone un hito para la historia de la Música Caribeña en España pues, si en el 90 nos visitaba La Fania All Stars, Willie Colón y otros grandes, en 1991 tanto Televisión Española como los nuevos canales de televisión privada y las grandes cadenas nacionales de radio incluyeron en su programación, programas específicos, o microespacios dedicados a la Música Caribeña.
En el 91 nos visitaron Rubén Blades, la Orquesta Revé, Ray de la Paz, Ray Sepúlveda, Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Los Van Van, Johnny Pacheco, La Orquesta de Neno González, Raphy Leavitt y La Selecta, Roberto Torres, Juan Luis Guerra y 4:40, Milly Jocelyn y Los Vecinos, Las Chicas del Can, Camilo Azuquita, Roberto Blades, la Orquesta Caribe Nibor, El Gran Combo de Puerto Rico, Joe Arroyo, Tito Nieves, Papo Luca, Eddie Palmieri, Willie Chirinos, Johnny Ventura, Tito Puente, Oscar de León, Orquesta La Luz, José Alberto «El Canario», Paquito D’Rivera, Celia Cruz, Toto la Momposina y otras primeras figuras de la Música Caribeña que realizaron giras por distintas ciudades.
Durante varios meses, dos discos de Música Caribeña fueron numero 1 y 2 de ventas en la lista oficial de la Sociedad de Autores de España superando el millón de ventas. Juan Luis Guerra fue el culpable con sus Bachatas y Merengues.
Estoy seguro que al leer esta Guía se comprender mejor el porque de la aceptación de esta música en España. Algunas de sus bases salieron de España, siendo nuestros antepasados quienes las desarrollaron, junto a los descendientes de los esclavos africanos que convivieron en el Caribe durante 500 años.
INTRODUCCION
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«Salsa es lo que corre por nuestras venas» me aseveró Cheo Feliciano en la oficina de Ralph Mercado en Nueva York. La definición que este gran intérprete de Música Caribeña me dio es la mejor que jamás escuché‚ sobre los viejos ritmos hispanos-afro-caribeños que en la actualidad están entrando habitualmente en los ranking de ventas de discos en Europa, ciertos interpretes han conseguido, en los últimos años, liderar ventas en España.
La Salsa es un producto del mestizaje cultural que se da en el Caribe. Nace en los barrios de inmigrantes caribeños de Nueva York en los años 70. Sus bases rítmicas se pierden en la noche de los tiempos y van conformándose a lo largo de una apasionante historia que esbozo en esta Guía.
Pero vamos a llamar a cada cosa por su nombre, «Al pan pan y SON AL SON».
La Música Caribeña, al igual que muchas músicas populares de distintas zonas del mundo, está aflorando al mercado europeo en sellos discográficos innovadores. En la actualidad, se produce en Europa música popular o etnográfica de zonas tan dispares como Sudáfrica, Marruecos, India, Argelia, Brasil, Guinea, Cuba, etc. Músicos jóvenes, apoyados por pequeñas discográficas, están revitalizando la música popular con producciones de mucha calidad que compiten de igual a igual con las multinacionales del «Rock-Pop-Disco».
El mestizaje y la nueva música de fusión están ganando, poco a poco, un importante lugar en los gustos de los grupos musicales de otros géneros y musicólogos europeos.
Los más de 5.000 millones de habitantes del planeta comparten, en la actualidad, culturas heredadas de los trasiegos de población realizados a lo largo de la historia. Grandes migraciones, guerras, conquistas, tráfico de esclavos, exilios, etc; han sido los causantes de la fusión de culturas populares que ahora se nos presentan, más o menos definidas, en los más de 160 países de la tierra.
Estos movimientos migratorios provocaron la mezcla y fusión de culturas primitivas que originaron identidades culturales nuevas, síntesis de las esencias de cada cultura originaria. Este sincretismo cultural se realiza con una increíble velocidad histórica y provoca que en tres o cuatro generaciones la cultura popular se enriquezca, inadvertidamente para los contemporáneos, con influencias de muy distintos signos.
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Una muestra clara y cercana se da en la Música Popular Vasca que integra, ya como propia, la Trikitrixa con su característico sonido de acordeón llegada desde el Piamonte italiano hace, relativamente, poco tiempo según los recientes estudios realizados sobre el tema o en todo caso de origen centroeuropeo.
Nos ocuparemos en esta Guía de analizar el proceso de fusión euro-africana que tiene lugar en el Caribe, y m s concretamente el proceso de fusión hispano-africana que tiene lugar en las zonas caribeñas de habla hispana.
Las influencias hispanas y africanas están bien definidas geográficamente. La música más directamente determinada por los antecedentes hispanos es la música del campesino que llega al Caribe con la aspiración de ser propietario de sus tierras. Llevan con ellos el viejo romancero. La influencia africana definir la música urbana. Tras varios siglos de gestación en los negros barracones de esclavos, saldrá a la luz a través de la pujanza de los tambores africanos en las fiestas populares.
En esta breve Guía básica intento ofrecer una cronología histórica del desarrollo de la música popular que florece en Cuba y su zona de influencia, fruto de la fusión cultural hispano africana.
Esta música se engloba, genéricamente, en la Música Tropical según la clasificación que realiza la revista musical americana Billboard y acoge una gran variedad de ritmos. Existe un galardón anual, premio GRAMI, para el mejor disco publicado de Música Tropical. En 1992 este premio ha sido para Juan Luis Guerra por su álbum «Bachata rosa».
Nosotros la definiremos como Música Caribeña, centrándonos sólo en la que se hace a las orillas de este mar y más específicamente en las zonas de influencia española. Dejaremos a un lado el resto de ritmos tropicales de Brasil, Jamaica, Trinidad, Martinica, etc como la Samba, el Calipso, la Soca o el Reggae.
En la actualidad los ritmos caribeños más populares en España son el Merengue, el Vallenato, la Cumbia, el Bolero y la Rumba, esta última en su versión flamenca. La Salsa sigue siendo una música minoritaria pese a la importante implantación que en estos momentos está teniendo. Esta realidad se hace palpable por las escasas ventas de discos que los mejores intérpretes salseros tienen aún en España.
Durante 1996 la irrupción de la música cubana en Europa ha sido impresionante, Italia, Francia, Alemania y España han gozado con la Hipersalsa, nuevo género de la música cubana, NG La Banda, Charanga Habanera y Manolín «El Medico de la Salsa» han presentado unos espectáculos en los que incluso, la música, pasa a segundo plano. La comunicación con el público, el reflejo de la realidad en textos muy frescos que reflejan la actualidad cubana, han conectado con el público europeo.
En los años 60 la Música Caribeña, presente en España, sufrió la expulsión de los medios de comunicación por la invasión del rock y la cultura anglosajona, apoyada por las multinacionales del disco. Así el Bolero, el Son, la Cumbia, el Mambo y el Cha-Cha-Cha, desaparecieron del panorama musical español por la fuerza del todopoderoso dólar americano, que impuso el rock, la música disco y sus variantes pop en todas las programaciones de radio y televisión.
La Rumba se salvó al haberse adaptado a formas gitanas, andaluzas y catalanas. Afortunadamente, en estos momentos las producciones discográficas de Música Caribeña han alcanzado una calidad similar a las realizadas en el rock, pop y música disco.
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El siglo XXI será , sin lugar a dudas, el tiempo de la Música Caribeña en el mundo. Una música nacida básicamente para bailar que ha alcanzado de nuevo popularidad en todo el mundo al final de los 80.
Después de un primer intento de la industria discográfica hispana en Nueva York, a mediados de los 70, hasta ahora no se había conseguido traspasar masivamente las fronteras europeas, africanas y asiáticas.
1991 supuso un hito para la historia de la Música Caribeña en España pues, si en el 90 nos visitaba La Fania All Stars, Willie Colón y otros grandes, en 1991 tanto Televisión Española como los nuevos canales de televisión privada y las grandes cadenas nacionales de radio incluyeron en su programación, programas específicos, o microespacios dedicados a la Música Caribeña. Pero pocos miraban a Cuba, la cuna. El bloqueo a la industria cubana del disco, su falta de medios de promoción le ha provocado estar aletargada hasta que for fin los productos cubanos son distribuidos en toda Europa a trav‚s de asociaciones mixtas entre empresas europeas y cubanas.
En el 91 nos visitaron Rub‚n Blades, la Orquesta Rev‚, Ray de la Paz, Ray Sep£lveda, Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Los Van Van, Johnny Pacheco, La Orquesta de Neno Gonz lez, Raphy Leavitt y La Selecta, Roberto Torres, Juan Luis Guerra y 4:40, Milly Jocelyn y Los Vecinos, Las Chicas del Can, Camilo Azuquita, Roberto Blades, la Orquesta Caribe Nibor, El Gran Combo de Puerto Rico, Joe Arroyo, Tito Nieves, Papo Luca, Eddie Palmieri, Willie Chirinos, Johnny Ventura, Tito Puente, Oscar de Le¢n, Orquesta La Luz, Jos‚ Alberto «El Canario», Paquito D’Rivera, Celia Cruz, Toto la Mompasina y otras primeras figuras de la M£sica Caribe¤a que realizaron giras por distintas ciudades.
La nueva fuerza de la industria del disco de Nueva York, la RMM, a traves de su delegaci¢n en Espa¤a, BAT DISCOS consigui¢ convencer a los programadores de televisi¢n y las principales figuras de la ‚poca dorada de los 70 nos visitaron.
En el 91, durante varios meses, dos discos de M£sica Caribe¤a fueron numero 1 y 2 de ventas en la lista oficial de la Sociedad de Autores de Espa¤a superando el mill¢n de ventas. Juan Luis Guerra fue el culpable con sus Bachatas y Merengues.
En 1992 se inici¢ un t¡mido reencuentro con nuestros ritmos latinos. Luego lleg¢ el Vallenato de la mano de Carlos Vives y las plazas de toros volvieron a llenarse. El regreso de Gloria Estefan a la Salsa y otros ritmos folkloricos caribe¤os le ha dado a nuestra m£sica el impulso definitivo en el mundo.
En 1996 productos j¢venes como Donato y Estefano, Albita, «El Medico de la Salsa», Banda La Bocana, El General, Machito Ponce y otros muchos hacen bailar a jovenes de todo el mundo con sus ritmos, la Hipersalsa, el Pop Caribe¤o, el Rap, el Reggae Espa¤ol, los ritmos discotequeros en espa¤ol…
Estoy seguro que al leer esta Gu¡a se comprender mejor el porque de la aceptaci¢n de esta m£sica en Espa¤a. Algunas de sus bases salieron de Espa¤a, siendo nuestros antepasados quienes las desarrollaron, junto a los descendientes de los esclavos africanos que convivieron en el caribe durante 500 a¤os.
PRIMERA PARTE
AÑO 1492: LAS CULTURAS HISPANAS COMIENZAN A LLEGAR AL CARIBE
Evidentemente, Crist¢bal Col¢n, cuando en su primer viaje hacia el oeste se encontr¢ con una gran isla llamada Cuba por los nativos Ta¡nos, no pod¡a imaginar la incre¡ble creatividad musical que en esa isla se generar¡a en los siglos venideros, fruto de la coexistencia y posterior fusi¢n de culturas africanas y europeas.
APORTACION AL LIBRO EN 2003
CANTABRIA EN EL DESCUBRIMIENTO
Por José A. PEREZ MUÑOZ
Fueron dos las naves del descubrimiento de América que tienen carta de naturaleza cántabra: La Santa María y La Pinta
Una de las cosas buenas que nos depara ser historiador, es que un día uno se tumba sobre una silla reclinable, cruza las manos bajo la nuca, cierra los ojos, se transporta a la pubertad, rescata el calor sofocante del Caribe, mira a través del recuerdo a una joven profesora y la escucha decir, con la dulce voz que no ha de llevarse el tiempo: «Cristóbal Colón descubrió América. Y los marineros españoles llegaron en tres carabelas: la Niña, la Pinta y la Santa María». Un poco mas tarde a uno le cuentan que la nao Santa María se estrelló contra los farallones al norte de la isla la Española y que con sus restos, inservibles para algo más útil, construyeron el fuerte la Navidad, hoy fortaleza Isabela de Puerto Plata, República Dominicana.
Don Romualdo Cantero, guardián de tan bello tesoro y en su juventud vecino inevitable del eviterno presidente don Joaquín Balaguer, que mata los últimos días de la jubilación en la extraña tarea de recordarles a los turistas lo que a todo el mundo se le olvida: la historia. Este Romualdo le contó a este servir Escribidor, hace diez años, que con tres tablas de la bodega, cepilladas a conciencia con una garlopa del quince, construyeron el primer ataúd del dictador Leónidas Trujillo y que la madera, con la que los hermanos Pinzón mandaron construir la Santa María, la extrajeron de los montes talados del Dobra y de los entonces frondosos valles de Toranzo.
Pasados los años aquel joven visitante se encuentra a don Romualdo Cantero y recuerdan juntos a don Manuel Pereda: Al estudiar los descubrimientos, nos parecía extraño, increíble, que de las tres naves que constituían la flotilla que realizó el descubrimiento de América, solamente una, la carabela Santa María, fuera cántabra. No habría una proporción lógica, aunque fuera posible.
Sabido es que figuras, como los Pinzón, cabezas también en la empresa colombina, llevaban el mando de los hombres, pero lo extraño e interesante de comprobar era que los barcos, sus propietarios, los hombres de mar, pilotos y maestres de las naos no fueran de tierras cántabras.
La indagación no fue difícil. A veces en la investigación tiene más importancia y dificultad encontrar la dirección, la idea, que su investigación. Así, buscando respuesta a esta interrogante, encontramos en el diario de Colón que la flotilla había hecho escala en la bahía de Gando en las Islas Canarias, no sólo para avituallarse, sino para arreglar el timón de la Pinta, y este hecho, con la habitual desconfianza de Colón, queda anotado con dos nombres: Gómez de Rascón y Cristóbal Quintero, al pensar el Almirante que la avería había sido hecha intencionadamente por ellos.
Dicha anotación es importante pues dice, que el lunes 6 de agosto «Saltó o desencajose el gobernario de la Carabela Pinta donde iba Martín Alonso Pinzón, a lo que se creyó y sospechó por industria de un Gómez de Rascón y Cristóbal Quintero, cuya era la carabela, porque le pesaba ir a aquel viaje».
Ello demuestra que eran los propietarios de dicha nao y nos hace suponer que aunque Pinzón ejerciera su autoridad en la nao, en ella, como propietarios y marinos expertos tendrían cargos de maestres o pilotos quienes habían puesto o contratado su nave al servicio de la descubierta. De hecho la sospecha de Colón de que la avería no fuera casual, sino realizada a propósito «porque les pesaba ir a aquel viaje» demuestra que tenían cargos de responsabilidad en el gobierno de la nave.
Conocidos estos nombres, de apellidos originarios de Cantabria, precisamente el Rascón, de un barrio de Ampuero que lleva este nombre, y el Quintero, apellido genuinamente laredano, aunque posteriormente más extendido por la península, fue fácil, no sólo comprobar la existencia actual de ambos apellidos en la villa marinera de Laredo, una de las Cuatro Villas de la Costa, de la Hermandad de las Marismas, sino conocer, a través de la bibliografía genealógica, que estos laredanos, pues Gómez de Rascón, con su hermano Álvaro Rascón, que les acompañó en la descubierta, tuvieron que hacerse marineros en Laredo, de no haber nacido allí, pues esta villa está a muy pocos kilómetros del lugar originario del apellido, como también allí tuvo que hacerse marinero el propio Cristóbal Quintero. Y que los Rascón, como certificando este lugar nativo, se afincaron al regreso del viaje colombino en la villa de Laredo, donde edificaron una casa solar.
He aquí cómo quedó afianzada nuestra idea. Fueron dos las naves del descubrimiento colombino que tienen carta de naturaleza cántabra: La Carabela Santa María, de Juan de la Cosa, el cartógrafo y maestre santoñés, de cuya tripulación, al decir de Cristóbal Colón, «todos los más eran de su tierra», y la Nao La Pinta, que pertenecía a otros dos expertos marineros, Gómez de Rascón y Cristóbal Quintero, laredanos.
Cuarenta y dos años después, de regreso del viaje de Swann sin magdalenas, uno desentumece los brazos, se olvida de aquella primera profesora y descubre con sorpresa que este humilde historiador, dando un salto de quinientos diez años, ha hecho el viaje del descubrimiento a la inversa. Sin saber cómo, se ve pisando a diario los caminos montañeses de Juan de la Cosa, oliendo en cada mañana la resina de los troncos que una vez sirvieron para construir las naves que dieron paso a uno de los hitos más grandes de la historia: el encuentro entre el indio y el español, fruto mestizo de la mejor poesía del corazón del hombre.
También pisa, conoce y ve en cada mañana las rutas de don José María Pereda, sueña al anochecer con las costas y montañas de Amós de Escalante, se entretiene con los apuntes montañeses de Hermilio Alcalde del Río, se desternilla con la brañaflor de Manuel Llano, se admira de las casonas solariegas de Cossio, se ensimisma en las páginas dormidas de Luzmela de Concha Espina, se maravilla del costumbrismo crudo del campurriano Duque y Merino y sus excelentes Marzas. Y la nombradía suprema se condensa en las vetustas piedras de Santillana del Mar, de donde era originario uno de los más nobles literatos montañeses, el Inca Garcilaso de la Vega. Para quien quiera saberlo, este Inca Garcilaso fue el primer torrelaveguense mestizo de América, que siempre tuvo a bien en reivindicar con honor su condición de Indio y Español, porque a conciencia y corazón supo hablar en América de Doña Leonor de la Vega, del Ave-María y por tanto de Torrelavega.
Una Perla: Si bien es cierto que las naos Santa María y la Pinta fueron el primer enlace histórico entre Cantabria y las Indias, también es verdad que no menos importancia tiene el primer mestizo cántabro de América, el Inca Garcilaso, que nació en Cuzco, hijo de don Garcilaso de la Vega y Vargas quien llevó el Ave-María y de la princesa incaica Isabel Chipu Ocillo, prima del emperador Atahualpa.
LOS CANTABROS EN AMERICA
José A. PEREZ MUÑOZ*
En Cantabria hay cientos de rincones poblados por indianos que nos recuerdan que todo cántabro tiene al menos un antepasado en América
Entre Cantabria y América hay una corriente migratoria, de ida y vuelta, que acaba de cumplir cinco siglos. A través de estos quinientos años los lazos de unión no sólo se limitan al aspecto cultural, histórico y económico, sino que hay algo más soterrado y por tanto, más fuerte, que es el vínculo consanguíneo. El cántabro más cántabro, aunque sus orígenes se remonten a los kuniakoi, tiene al menos un abuelo, un tío o un sobrino al otro lado del océano Atlántico. Y cualquier latinoamericano, por muy araucano o caribe que se considere, es consciente que algún pariente cercano tiene sus cromosomas implantados en la Montaña.
Cantabria es una de las regiones más americanas. Y es éste, quizás, uno de los vínculos más fraternos.
Por los puertos de Cantabria alguna vez en su vida pasaron Juan Domingo Perón, Juan Pablo Duarte, Rubén Darío, Porfirio Díaz, Pablo Neruda o José Martí. Todos ellos políticos, literatos y próceres de la historia americana que dejaron sus huellas, aún frescas, en la hidalga tierruca de don José María Pereda y don Amós de Escalante.
Por cuestiones de los inmigrantes Cantabria y América vuelven al reencuentro, vuelven a poner de manifiesto que jamás han estado separadas. Ha sido una relación dormida, pero nunca rota. Esta reciedumbre recuerda que en Cantabria hay cientos de rincones poblados por indianos, que hicieron su fortuna allá, y que todo cántabro, todo español, tiene al menos un antepasado por aquellos predios.
Aprovecho para decir que en España mucha gente se está olvidando (la fragilidad de la memoria) que los cántabros, hasta hace muy poco, era un pueblo de emigración y que América abrió los brazos a los exiliados políticos, tanto de un bando como de otro. En Argentina, por ejemplo, hay casi un millón de españoles. En México se quedaron cuatrocientos mil. En República Dominicana, aún siendo un país sumamente pequeño, alberga actualmente 380 cántabros. No hace falta recordar que el 10 % de la población cubana (el presidente Fidel Castro entre ellos) es de origen gallego. Lamentablemente hoy es fácil percibir que en España hay cierta preocupación por los emigrantes hispanoamericanos, cosa no muy fácil de entender, porque hacia ellos no habría que tener esos sutiles e incómodos recelos. Si decimos que España no está correspondiendo como en su momento hicieron los latinoamericanos con los españoles, estamos siendo portavoz de muchos sentimientos reprimidos.
Pero lo que hoy nos gustaría traer a esta columna son los montañeses que tomaron parte en el Descubrimiento, que desde el principio acompañaron a Cristóbal Colón en su primer viaje, como el maestre y propietario de la nao Santa María el santoñés Juan de la Cosa.
El historiador y paciente investigador Caminoaga de la Vega contabiliza, hasta 1548, un total de ciento ochenta y ocho montañeses que de forma más o menos destacada tomaron parte en los comienzos del Descubrimiento. De ellos, y hasta 1538, quince aparecen localizados en Cuba y cincuenta y seis en la isla de La Española (hoy República Dominicana). Un arquitecto montanés, Rodrigo Gil de Liendo, contribuirá al embellecimiento de la ciudad de Santo Domingo, la más antigua del Nuevo Mundo, sustituyendo en 1529 al sevillano Luis de Moya en la construcción de la Catedral Primada de Indias. Toda la Zona Colonial fue construida por canteros y arquitectos montañeses. Gil de Liendo construyó también en esta ciudad la iglesia de la Merced (1525-1555) y la iglesia nueva de San Francisco (1544). El arquitecto torrelaveguense, Lucendo Torre, dirigió en 1538 los excelentes trabajos de la primera universidad del Nuevo Mundo (hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo).
Otro maestro cantero, Martín de Rasines, se encontraba trabajando en la Catedral de Santo Domingo y probablemente, con éste y Rodrigo Gil de Liendo se encontrarían otros paisanos suyos, pues los canteros montañeses salían de antiguo a construir y labrar piedras por la Península. Pedro de Matienzo llegó a Santo Domingo «a edificar iglesias» en la expedición de canteros y albañiles que la Corona envió a La Española en 1510 y otro arquitecto, Juan Miguel de Agüero, se ocupó de las fortificaciones de la Habana. Éste pasaría posteriormente a hacerse cargo de la construcción de la Catedral de Mérida en Yucatán.
El señor Camiroaga, de entre los expedicionarios destaca a diez montañeses, entre ellos Francisco Marroquín, primer obispo de Guatemala. En 1589 encontramos una capilla de los montañeses en la iglesia del Monasterio de Santo Domingo de la ciudad de México, donde Juan de la Torre, natural de Ampuero, dejó dicho que le enterrasen según su testamento.
En la ciudad minera de Zacatecas se encontraba ya, en 1556, un minero cuyo nombre respondía al de Diego Hernández de Proaño, que localizó un cerro con vetas argentíferas, al que se dio el nombre de Cerro de Proaño. Otro de los pioneros de la minería de plata fue Juan del Río Gutiérrez de la Riva, nacido en el pueblo de Heras. No olvidemos a Francisco de Hoyos, natural de Campóo; a Jiménez de Rivera, que estuvo con Cortés en la conquista de Panuco y México; a Rodrigo de Támara, natural de Castanedo, que acudió a la conquista de Cibola; al obispo montañés fray Juan de Quevedo; a Diego López de Peredo, nacido en Santillana del Mar; a Francisco Mesa, de Escalante, artillero mayor del conquistador y su hombre de confianza; a Juan de las Cuevas, que procedía de Carriedo; a Juan de la Torre, natural de Ampuero; a los hermanos Álvaro y Francisco Ruiz de Navamuel, éste último fue de los que capturaron al último inca Tupac Amaru, concediéndosele por ello la encomienda de Characato y el corregimiento de Canas y Canchas.
Aunque los montañeses contribuyeron al Descubrimiento y la Conquista, más parece que fueron atraídos por los puestos de la administración del Estado, la Iglesia indiana, y las actividades mercantiles y mineras del siglo XVI.
Estamos seguros que el recuerdo de esta historia contribuirá a conocer un poco más nuestros orígenes y nos ayudará a entender el presente, para así ser más solidario con el prójimo.
Una Perla: Juan de Escalante y Castaños, del valle de Toranzo, era uno de los trece caballeros de a caballo que participaron con Hernán Cortés en el primer encuentro contra los indios, pero el verdadero hecho histórico por el que será recordado, es por ser el ejecutor de la destrucción de los navíos de la expedición española que Cortés mandó quemar con la legendaria intención de «asegurar la hueste y evitar su retorno a Cuba». Sin nave de retorno, los soldados españoles tuvieron que luchar contra los indios hasta el final. Hecho histórico que jamás se ha vuelto a repetir.
*Miembro de la Sociedad Cántabra de Escritores
joseaperez@aldeafutura.com
HASTA AQUI LA APORTACION AL LIBRO EN EL AÑO 2003
Si bien este «descubrimiento» supuso la destrucci¢n de las culturas originarias de Am‚rica, hecho altamente deleznable, no podemos echar sobre nuestras espaldas las barbaridades que nuestros antepasados realizaron siglos atr s en Am‚rica, ya que en aquellos tiempos las mismas barbaridades se viv¡an en Espa¤a. Recordemos la destrucci¢n del emporio cultural que eran los reinos musulmanes en Espa¤a, la expulsi¢n de los jud¡os, la persecuci¢n de los gitanos, los tribunales eclesi sticos de la inquisici¢n, etc.
La perdida de memoria hist¢rica nos hace olvidar que Cuba fue colonia española hasta el 1 de enero de 1899, lo que significa que hace un siglo la cultura Española era la imperante en Cuba, enriquecida ya con las aportaciones de otros lugares y un problema familiar entre nietos y abuelos acab¢, por desgracia, con la rotura total de relaciones. Los intereses econ¢micos de los EEUU rompieron los lazos entre Cuba y Espa¤a.
Pero, ¨se puede hablar de cultura espa¤ola?. Evidentemente, no podemos generalizar y hablar de una cultura espa¤ola, m s bien tendr¡amos que referirnos a las culturas que coexist¡an en Espa¤a, ya que canarios, andaluces, vascos, extreme¤os, gallegos, castellanos, asturianos, c ntabros, catalanes y levantinos aportaron los rasgos m s significativos de sus propias culturas.
No olvidemos tampoco que las Islas Canarias son espa¤olas desde el siglo XV, el folklore que llega a Am‚rica procedente de las Islas Canarias, en los primeros tiempos de colonizaci¢n, tiene mucho m s que ver con los primitivos Guanches que con las otras culturas existentes en la pen¡nsula. La migraci¢n canaria tiene, ademas, una importante caracter¡stica ya que fueron familias enteras las que se asentaron en America y no solamente los hombres como es la caracter¡stica general. Las primeras mujeres blancas asentadas en Cuba fueron canarias. Este hecho permiti¢ que muchos modos de vida y costumbres de los canarios se trasplantaroan hacia las comunidades rurales de Cuba. Este ser el origen de la m£sica campesina cubana.
El otro gran aporte en la primera ‚poca de colonizaci¢n en el Caribe la ofrecen Andaluc¡a y Extremadura. Tierras reci‚n conquistadas a los rabes, que las hab¡an habitado durante ocho siglos, y en las que coexist¡an influencias griegas, fenicias, romanas, jud¡as y tartesas.
Pocas veces se ha considerado la gran influencia de la m£sica rabe en la Espa¤a meridional, pero, durante ocho siglos, la m£sica rabe impuso sus formas en la m£sica popular de la pen¡nsula a trav‚s de instrumentos como la guitarra y el rabel que llegaron a Espa¤a con la invasi¢n isl mica procedentes de Asiria y otras zonas orientales.
Por estos a¤os llegaban a Sevilla y posteriormente a C diz un gran n£mero de aventureros para embarcarse hacia Am‚rica. Llegaban de todas las regiones espa¤olas y tra¡an con ellos sus bailes populares convirti‚ndose la baja Andaluc¡a en un crisol de culturas donde se bailaba y cantaba la Zarabanda, el Ant¢n Pintado, la Garrona, el Buero, la Jerigonza, el Dongolondr¢n, el Escarram n, el Guirigay, los Canarios, la Perra Mora, la Capona, el Baile del Higo, la Endiablada, el Codillo, los Romances, las Seguidillas, el Ol‚, etc. Estos ritmos viajaban al Nuevo Mundo y volv¡an con nuevos aires.
Estos variados rasgos culturales se mezclaron en Am‚rica con otros de ra¡z nativa y africana, generando una nueva cultura hispano-afro-americana, tan variada y rica en matices como los or¡genes de su influencia. En el Caribe, esta nueva cultura, genera los ritmos que son la base de los estilos de M£sica Caribe¤a que hoy triunfan en el mundo entero: el Merengue y los que se incluyen bajo el nombre gen‚rico de Salsa, entre los que destaca sobre manera el Son.
EL NEGRO AFRICANO EN ESPAÑA
Pero las influencias africanas no solo llegaron a Am‚rica a trav‚s de los esclavos sino que llegan tambi‚n desde Espa¤a. El mulato no fue un flamante producto americano, pues exist¡a ya en Espa¤a. Y lo mismo ocurre con la música africana, incorporada con anterioridad a la m£sica espa¤ola.
La presencia del negro africano data de muy antiguo en la pen¡nsula Ib‚rica. Todo ej‚rcito formado en Africa del Norte ha contado con masas de soldados negros. Tanto los egipcios como los cartaginenses, los romanos y, por supuesto, los rabes trajeron gran n£mero de negros africanos en sus ej‚rcitos.
Jos‚ Antonio Saco, erudito historiador de la esclavitud y pionero en los estudios sobre la esclavitud africana en Am‚rica, escribe:
«Cuando los almor vides al mando de Yussuf, conquistaron la Espa¤a musulmana a finales del siglo XI entraron en ella numerosos ej‚rcitos de africanos berberiscos, bajo cuyas banderas, marcharon tambi‚n negros, siendo digno de recordarse que en la sangrienta batalla que se dio en 1086, a cuatro leguas de Badajoz, en las llanuras de Sagala, llamada entonces Zalaca, Alfonso VI de Castilla, fue herido en una pierna por la espada de uno de aquellos negros.» y «desde principios del siglo VIII, Espa¤a empez¢ a inundarse de negros libres y esclavos»
Recordemos que los Almor vides ven¡an de lo que actualmente es Nigeria y trajeron a Espa¤a su m£sica africana. Posteriormente estas zonas africanas tambi‚n aportaron gran n£mero de esclavos a Cuba.
Ortiz de Zu¤iga, analista de Sevilla citado por Saco, nos da noticias sobre la vida de los negros en Espa¤a:
«Eran, en Sevilla los negros tratados con gran benignidad desde los tiempos del rey Don Enrique III, permiti‚ndoseles juntarse a sus bailes y fiestas en los d¡as feriados, con que acud¡an m s gustosos al trabajo, y toleraban mejor el cautiverio, y sobresaliendo algunos en capacidad, a uno se le daba el titulo de mayoral que patrocinaba a los dem s con sus amos, y con las justicias compon¡a sus rencillas, hallase as¡ en papeles antiguos, y acred¡talo una c‚lula de los reyes dado en Due¤as a 8 de noviembre de este a¤o 1474, en que dieron ese t¡tulo a uno llamado Juan de Valladolid…»
No s¢lo se les permit¡an a los africanos sus bailes y fiestas en los d¡as de fiesta en Sevilla, sino que en alguna ocasi¢n se dio orden expresa de que ‚stos participaran en la fiesta del Corpus Christi, en la que, como es sabido se escenificaban tradicionalmente multitud de danzas. As¡ ocurri¢ en Sevilla en 1497, como consta en los Cuadernos de Actas Capitulares, seg£n nos narra Rolando Antonio P‚rez Fern ndez en su obra «La binarizaci¢n de los ritmos ternarios africanos en Am‚rica Latina».
Sevilla era el centro del tr fico negrero en Espa¤a y las danzas espa¤olas se ven fuertemente influenciadas por las danzas negras africanas como el Zorongo y el Paracumb‚.
Rostros negros con una letra s herrada en una mejilla y la figura de un clavo en la otra, la marca indeleble en jeroglífico de esclavos. Subidos en los escalones de la catedral de Sevilla eran vendidos a gritos al mejor postor para realizar las labores más duras impuestas por la nobleza, los mercaderes y el clero, que compraba a las mujeres como concubinas. España fue un centro esclavista desde el siglo XIV hasta principios del XIX. Africanos del oeste y del interior eran trasladados por miles en barcos que zarpaban desde el golfo de Guinea hasta Cádiz y Sevilla, dos ciudades en las que los negros llegaron a alcanzar en algunas épocas el 10% de la población, si es que la esclavitud podía incluirse en ese concepto.
El Congo y Angola fueron las principales zonas desde donde llegaron los negros a Espa¤a.
Tambi‚n en todo el levante espa¤ol existieron colonias de negros esclavos.
- Mendez publicaba el 4 de junio de 1989 un interesante art¡culo en el diario EL CORREO bajo el t¡tulo «los hijos negros de Col¢n». En el mencionado art¡culo se pod¡a leer: «En su b£squeda de navegantes con agallas para el viaje m s largo de su vida, Crist¢bal Col¢n recal¢ en las costas de Huelva. Los hombres de Gibrale¢n, Moguer y Palos, acostumbrados a doblar el cabo Bojador camino de Guinea, eran tenidos por magn¡ficos marinos. En las plazas de esos pueblos, Col¢n conoci¢ a los primeros esclavos negros arrancados por barcos espa¤oles y portugueses del Africa occidental. Cinco siglos despu‚s, los descendientes de aquellos hombres han formado comunidades estables casi puras junto a los r¡os Tinto y Odiel. Obligados por la presi¢n externa a vivir y a procrearse en un mundo sellado, los «morenos» de Gibrale¢n, Niebla o Moguer conservan el color y los rasgos faciales de sus antepasados. No obstante, el mestizaje ha creado caprichos gen‚ticos. En Huelva pueden verse individuos con el pelo azabache y rizad¡simo y ojos verdes, o africanos puros con acento andaluz que tienen nietos con la piel de leche».
En otro p rrafo del mencionado art¡culo M‚ndez afirma que: «El rastro de los esclavos africanos puede seguirse hoy f cilmente en las caras de las gentes que habitan los cauces de los r¡os Tinto y Odiel. Las orillas del propio Odiel, navegable en el siglo XV, fueron el primer paisaje que los esclavos apresados por espa¤oles y portugueses en la costa africana occidental. Tras ser desembarcados en Gibrale¢n, los esclavos africanos eran conducidos a la plaza del pueblo para ser subastados. <<Los propios guerreros mandingas -explica el joven investigador Francisco Garc¡a Morales -capturaban a sus cong‚neres y los cambiaban por objetos. En los archivos del pueblo, la primera referencia escrita data de mediados del siglo XV. En Gibrale¢n, el comercio de esclavos era puntual, por encargo, mientras que en Ayamonte el nivel era m s alto. All¡ llegaban barcos cargados de negros que eran tasados y elegidos por sus due¤os>>. Los africanos han formado parte del paisaje andaluz durante los cinco £ltimos siglos despu‚s de que el portugu‚s Ant¢n Gonsalves canjeara prisioneros rabes por esclavos negros en 1442. La escasez de mano de obra blanca, provocada por la conquista americana, hizo su presencia inevitable. Y el valor de esta nueva fuerza de trabajo se apreci¢ hasta alcanzar un esclavo el precio de diez vacas. Muchos fueron bautizados en las costas de Huelva y tomaron como apellido el nombre de sus amos. <<Y aunque as¡ sus condiciones de vida mejoraron, en las actas de bautismo -afirma Francisco Garc¡a -el p rroco anotaba `ojo, moreno!` para distinguirlo en el futuro de los dem s cat¢licos>>. Con la abolici¢n de la esclavitud en Espa¤a -mediados del siglo XIX -las comunidades negras de Palos, Moguer, Niebla y, principalmente, Gibrale¢n sufrieron un incremento de poblaci¢n, al trasladarse a estos n£cleos esclavos asentados en diferentes zonas de Espa¤a».
LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS DEL CARIBE
Con el paso de los siglos, en Cuba, se generan los ritmos que luego ser n englobados bajo el concepto de Salsa, siendo otra isla caribe¤a descubierta por Col¢n, tambi‚n en su primer viaje (5/12/1492), la cuna del Merengue. Me refiero a la isla llamada Quisquella o Hait¡ por sus nativos y rebautizada por Col¢n como La Espa¤ola, isla dividida hoy en dos estados, Rep£blica Dominicana y Hait¡.
La cultura que desde Espa¤a lleg¢ a Am‚rica sufri¢ un sincretismo enriquecedor al entremezclarse con las distintas culturas nativas precolombinas y las africanas que llegar¡an posteriormente. Esta mezcla de culturas de tres continentes se manifiesta, hoy en d¡a, en dos campos muy significativos: la religi¢n y la m£sica.
Si bien en el continente, ciertos rasgos de la cultura precolombina, a£n pueden encontrarse en M‚jico, Colombia, Venezuela, etc; no sucede as¡ en las Antillas, donde el nativo fue exterminado.
Tanto en Quisquella como en Cuba y Borinquen (Puerto Rico), habitaban varios pueblos de cultura arauaca procedentes de la zona sur y tropical del continente. Quiz s uno de los pueblos m s evolucionados eran los Ta¡nos (los buenos). Los Ta¡nos dejaron su huella en el idioma con palabras como barbacoa, boh¡o, canoa, carey, caribe, guayaba, hamaca, hurac n, iguana, tabaco, yuca, tibur¢n, aguacate, Borinquen, cacique, Cuba, higuera, ma¡z, man¡, maraca, giro, Hait¡, Quisquella, etc.
Curiosamente, los Ta¡nos ten¡an dos practicas sociales muy arraigadas: los areytos y los batey. Los primeros consist¡an en ceremonias con bailes y c nticos que los congregaba por miles con fines religiosos o b‚licos. Los juegos de bola o batey, una mezcla primaria entre el futbol y el rugby, se jugaban en terrenos de tierra rectangulares preparados a tal efecto y que, a£n hoy, podemos encontrar en Puerto Rico.
Fern ndez de Oviedo, en su Historia general y natural de las Indias, hizo el siguiente comentario sobre los habitantes de Quisquella: «…tienen la bella costumbre de conmemorar sucesos antiguos con sus canciones y danzas, a las que llaman areitos y que nosotros llamar¡amos danzas- canciones… A veces combinan el canto con el sonar de tambores hechos con trozos redondos de madera, huecos por dentro, y gruesos como el cuerpo de un hombre… Y as¡, con tambores o sin ellos, recitan en un tono de canto sus recuerdos y hechos pasados, y en estas recitaciones relatan las haza¤as de los grandes jefes… A veces cambian la melod¡a y el paso de baile, y cuentan una nueva historia o la misma con otra tonada. En 1520 la reina Anacaona, esposa de un jefe nativo llamado Caonabo, bail¢ un areito; y en esta danza tomaron parte m s de treccientas damiselas. Mientras ellas bailaban y cantaban, otras doncellas indias pasaban bebidas a las bailarinas. Cuando una bailarina se embriagaba, se retira, mientras las otras siguen bailando; de modo que la borrachera marca el final del areito. Esto sucede en los areitos que celebran bodas, muertes y batallas; en otras ocasiones el areito se baila sin embriagarse.»
Estos pueblos, que llegaron a las islas del Caribe antes que Col¢n, fueron diezmados por el trabajo que los nuevos colonizadores les impusieron, as¡ como por la llegada de nuevas enfermedades de Europa y Africa como la gripe, la viruela, sarampi¢n, etc. Esta desaparici¢n del elemento precolombino no fue tan dr stica en las zonas caribe¤as del continente ya que, ante el empuje de los colonizadores espa¤oles, las culturas precolombinas se refugiaron en monta¤as y selvas del interior, conservando su folklore que con los siglos floreci¢ enriquecido por instrumentos y ritmos espa¤oles.
En las Antillas s¢lo han permanecido algunos de los instrumentos que los Ta¡nos utilizaban en sus areytos como los giros y sonajas o maracas.
COMIENZA LA LLEGADA DE LAS CULTURAS AFRICANAS AL CARIBE
Con la desaparici¢n casi absoluta del habitante precolombino en las Antillas, se inici¢ la importaci¢n masiva de esclavos africanos de la zona del Golfo de Guinea (Nigeria y toda la zona centroafricana). Este aporte de mano de obra introdujo en las islas del Caribe una gran variedad de culturas y ritos africanos a partir de 1.513, a¤o en que los primeros esclavos llegan a Cuba.
La zona fundamental de extraci¢n de esclavos hacia Cuba se correspondi¢ con la cuenca y ambas margenes del rio Congo, actualmente Republica de Congo, Zaire y Angola. Otros llegaron desde la zona conocida como Calabar, costa occidental africana entre la porci¢n sureste del R¡o Niger hasta la desembocadura del R¡o de la Cruz. Desde el antiguo territorio de Dahomey, actual rep£blica de Benin, llegaron tambien gran n£mero de esclavos que en su dia fueron llevados a las colonias francesas (Hait¡ y Luisiana) y luego recalaron con sus amos en Cuba tras las rebeliones de esclavos en Hait¡ y la venta de Luisiana a Estados Unidos. Estos £ltimos aportaron la Tumba francesa de la que posteriormente hablaremos. De menor importancia, por la cantidad y la influencia que ejercieron sobre el desarrollo de la m£sica cubana, nos encontramos con negros de la antigua Costa de Oro, hoy Rep£blica de Ghana, Sierra Leona y parte de Guinea.
Existen dos formas fundamentales de m£sica africana en el Caribe: la m£sica Yoruba, que aportaron los Lucum¡ e Iyes , con sus tambores Bat , Bemb‚, Iyes , Ol¢kum y Gudugud£, y la m£sica Bant£, aportada por los esclavos denominados Congos, por su procedencia, a los que tambi‚n se les denomin¢ Brujos y Paleros por los ritos m gicos que les caracterizaron, destacando entre sus bailes los denominados Yuka, Makuta y Man¡, curiosamente los cantos que acompa¤aban a estos bailes se denominaban Palos o Mambos.
Estos esclavos llevaron su religi¢n y folklore que transmitieron, en el silencio de los barracones, de padres a hijos, a pesar de las prohibiciones y castigos que recibieron en un intento vald¡o de desculturizaci¢n.
En Cuba, a los negros reci‚n llegados de Africa se les llam¢ Bozales, Ladinos a los que comenzaban a hablar castellano, Criollos, a los hijos de ‚stos, y Reyoyos a los hijos de Criollos.
Ya en 1573, se celebraban las «especiales» procesiones del Corpus en Cuba. En estas procesiones aparec¡an formas tan cl sicas de la tradici¢n festiva hispana como los gigantes y cabezudos, acompa¤ados por moros (influencia clara de las fiestas que ahora se celebran en la Comunidad Autonoma de Valencia) y tarascas. A£n en 1800 se conservaba la tradici¢n del Corpus. Cuenta Emilio Bacardi en su obra «Cr¢nicas de Santiago de Cuba» que: «En la procesi¢n se hac¡a la presentaci¢n de diversas m scaras y figuras que representaban ngeles, diablos, gitanas, gitanos, leones, tigres …todas estas comparsas ten¡an sus danzas… se llevaban distintos bustos de santos y algunos de estos iban precedidos de cantos, tamboriles y sonajas africanas». Posteriormente los negros tambi‚n desfilaron el D¡a de Reyes. Aut‚ntica fusi¢n ‚tnica y cultural.
El sistema de esclavitud que los espa¤oles impusieron en Cuba permiti¢ al africano conservar sus costumbres, tradiciones y modos de vida, a diferencia de otros sistemas esclavistas de la zona.
A los africanos se les permiti¢ agruparse en asociaciones o cabildos, ajust ndose a la legalidad vigente. Estos Cabildos o sociedades adoptaban nombres cat¢licos como Sociedad San Antonio de Padua, Sociedad Santa Teresa, Sociedad del Santo Cristo del Buen Viaje, Sociedad San L zaro, etc. El africano se asoci¢ bajo el concepto Cabildo, palabra con cierto valor para el gobierno colonial espa¤ol, y la expresi¢n cabildo de negros lleg¢ a utilizarse para definir una reuni¢n cualquiera.
Argeliers Le¢n a¤ade: «Los cabildos agrupaban africanos de una misma naci¢n o procedencia territorial africana. Los Cabildos fueron los £nicos medios para conservar vigentes en Cuba tradiciones culturales africanas».
Como todos sabemos Africa es asiento de muy diversas etnias esparcidas en un mbito geogr fico enorme, en el que existen innumerables lenguas y gran diversidad de tradiciones musicales. Por ello, podr¡a cuestionarse hasta qu‚ punto la expresi¢n «m£sica africana» designa un conjunto de culturas musicales realmente homog‚neo, al igual que explic bamos antes sobre las culturas coexistentes en la pen¡nsula e islas espa¤olas.
Mendez completaba el articulo que aparecia en EL CORREO con un curioso articulo que bajo el titular de «Caprichos de la sangre» nos informa de los siguientes datos: «Los conquistadores del Nuevo Mundo libraron tantas batallas en campo abierto como en los lechos. La escasez de mujeres en Am‚rica inici¢ una carrera de uniones -tanto forzosas como voluntarias -que dinamit¢ cualquier concepto existente sobre las razas e instituy¢ el cruce. El r‚gimen matriarcal imperante en numerosas comunidades ind¡genas hizo que los enlaces de sangre adquirieran la consideraci¢n de rentables acuerdos pol¡ticos, al tiempo que la perpetuaci¢n del origen hispano se traduc¡a en rango social distintivo. Mientras los cubanos de hoy reconocen que <<la mulata fue lo mejor que hicieron los espa¤oles en la isla>>, las mezclas entre indios, espa¤oles, mestizos y negros -y cualquiera de sus variantes -obligaron a crear una terminolog¡a compleja para bautizar a los nacidos de estas uniones. As¡, el castellano cre¢ palabras como zambo: indio y negro; castizo: fruto de mestizo y espa¤ol; mulato: espa¤ol y negro; morisco: mulata y espa¤ol; albino: espa¤ol y morisco; torna atr s: espa¤ol y albina; lobo: indio y torna atr s; sambayo: lobo e india; cambujo: sambayo e india; alvarazado: cambujo y mulato; barcino: alvarazado y coyote; coyote: barcino y mulato; chamiso: coyote e indio; coyote mestizo: chamiso y mestiza o ah¡ te est s: coyote y mestiza. Las combinaciones raciales dieron tambi‚n origen a expresiones ambivalentes como el mestizo del Per£, nombre que designa tanto a los cruces entre negros e indios como entre blancos y negras. As¡ mismo, del furor colonizador surgieron los cholos: hijos de multos; cuatralbos: descendientes de espa¤ol y mestiza con una cuarta parte de sangre india; tresalbos: mestizo e indio con tres cuartos de sangre india; tercerones: cruce de blanco con mulato; cuarterones: blanco y tercer¢n; quinterones: blanco y cuarter¢n; espa¤oles: blanco y quinter¢n; salto atr s: cuarter¢n o quinter¢n con mulato o tercer¢n con negro; tente en el aire: tercer¢n con mulato o cuarter¢n con tercer¢n».
As¡, con el desarrollo de la colonizaci¢n y el asentamiento de colonos en las Antillas, nace el criollo (hijo de extranjero nacido en Am‚rica), personaje fundamental para el desarrollo de la M£sica Caribe¤a, m£sica que bebe en fuentes espa¤olas o africanas, pero que consigue una identidad propia caribe¤a.